Por Wendy Murillo Banda
De acuerdo con la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Colima, son colimenses por adopción: “Los varones y las mujeres nacidos fuera del territorio del Estado, que sean mexicanos y con residencia en él, no interrumpida de cuando menos 3 años”. Por lo tanto, puedo decir que soy adoptiva del hermoso puerto de Manzanillo.
En más de diez años Manzanillo ha sufrido cambios, unos para bien, otros desde mi punto de vista no tanto; el establecimiento de centros y plazas comerciales, la construcción de distribuidores viales y pasos peatonales, cambio de imagen del Centro Histórico y de algunas avenidas importantes, reconstrucción del ex muelle fiscal (ahora de cruceros), ampliación del Puerto Interior, una nueva central camionera (considerada como las mejores del país) y recientemente la construcción del túnel ferroviario, entre otras cosas.
Desafortunadamente también he visto menos árboles -muchísimos menos-, más seca la emblemática laguna del Valle de Las Garzas, menos aves y fauna silvestre, más gente sin respeto por el prójimo, limpiaparabrisas, franeleros, grafitis y otras cosas negativas que aún así no le quitan su belleza a Manzanillo, pero que no debemos permitirlo más, ni siquiera en aras del supuesto progreso.
La gente de Manzanillo, o ya con muchos años en el puerto, es amable, cálida, buena anfitriona; lo que la distingue de algunas personas que no son de aquí y que no le tienen amor al lugar ni a su gente. Los invito a contagiar esa magia que tiene Manzanillo con sus bellos atardeceres, no menos hermosos que el orto; o con sus playas que nos conminan a la relajación y a la reflexión y que sólo nos piden que las mantengamos limpias; o con el olor sutil a mar; o el color verde intenso con que visten sus cerros y sus caminos; o con el ambiente y la paz que todavía se respira; en fin, conservarlo depende de nosotros. ¡Ama el lugar donde vives! ¡Sé parte de él y disfrútalo! ¡Saludos!